(TODOS ESTOS ARTÍCULOS SON EXTRACTOS DEL LIBRO «EL CORAZÓN DANZADO: LA PSICOTERAPIA DE LA DANZA DE AZADEH SHEYKHOLYA TRUJILLO)

¿QUÉ ENTENDEMOS POR “DANZA”?
«La danza es un poema de el cual cada movimiento es una palabra»
Mata Hari

Sucede que cuando escuchamos la palabra “danza” nuestra mente nos remite a un espectáculo de danza clásica o “ballet” con bailarines ultradelgados sostenidos en sus puntas, ataviados con delicados y románticos tutues, flotando entre tules. También vemos perfección en la ejecución de los movimientos, delicadeza y belleza en su danza. Asociamos la danza con el arquetipo de lo femenino, ya que la vinculamos a la eterna y etérea figura de la bailarina en puntas; sin embargo, pese a todo esto, la danza es inherente al ser humano (y a muchos seres vivos, incluidos insectos, aves, y mamíferos), no distingue diferencias de sexo, raza, ni edad. En la antigüedad, fue tan importante para la supervivencia, que hombres y mujeres danzaron simultáneamente para orientarse en el universo y marcar el ritmo del cosmos.
Pero si todas estas ideas pasan por nuestra mente, no estamos tan errados, sino que hemos sido duramente influenciados por la cultura popular, y por nuestro propio olvido del cuerpo.
Si bien la danza clásica estilizada, hasta cierto punto hermosa y casi perfecta, no todas las danzas lo son; y por el hecho de no ser bellas, éstas, siguen, aunque no lo crean, siguen siendo danzas. El concepto de belleza y perfección fue una herencia del arte Romántico de principios del siglo XIX.
LA REVOLUCIÓN DEL CAMBIO
A principios del siglo XIX, se dio una revolución en el arte, en la política, en la sociedad y en la ideología que se venía gestando desde el siglo anterior. Entre 1770 y 1800 «Europa se acostó absolutista y neoclásica y se levantó demócrata y romántica». Gracias a la revolución industrial inglesa (1760-1840), que desarrolla una clase burguesa y sienta las bases del liberalismo; gracias a la revolución francesa (1789), que proclama los principios de libertad, igualdad y fraternidad; gracias igualmente a la revolución americana con su Declaración de Independencia (1776), que hace de los derechos del hombre su centro y establece la república como forma de gobierno y al pueblo como fuente exclusiva del poder; gracias a todos estos hechos la Libertad reemplaza a la tiranía, el poder absoluto se ve limitado y la democracia se erige en ideal de gobierno.
Antes de que deviniera este cambio en todos los ámbitos de la vida humana, el arte había tenido dos siglos de arte Clasicista, de un intento de regresar a la belleza Griega, al idea de perfección, moderación, continuidad; a la unidad, regularidad, orden, proporción, repetición predecible. La escena estuvo abanderada por Haydn, Mozart, Shakespeare, Moliere, Racine y Descartes. La máxima del arte fue mantener el equilibrio y la serenidad; que después de haber vivido el período Barroco (que en portugués significa “perla irregular”), el mundo necesitaba un poco de orden y serenidad. Pero como sucede en toda la vida, un ideal no puede permanecer eclético y eterno todo el tiempo; el hombre cambia, y consigo el mundo también. El Romanticismo fue la revolución del Clasicismo, el Clasicismo fue la revolución del Barroco, el Barroco fue la revolución del Renacimiento y el Renacimiento fue la revolución del Oscurantismo de la Edad Media. Todas estas etapas del desarrollo de la vida del hombre, se sucedieron unas a otras y fueron sus ideales de la época, que en su momento fueron válidos, pero que al cabo de los años decayeron y ya no representaron al hombre con el mismo esplendor.
EL SUEÑO ROMÁNTICO DEL BALLET
Fue así, como el Romanticismo, a principios del siglo XIX, introdujo un cambio radical en el ámbito artístico, que abrasó todo: desde la pintura a la música y de la escritura a la danza. El hombre, que ya llevaba 200 años preso del orden y la serenidad, necesitaba un poco de libertad expresiva. Necesitaba reencontrarse con sus más profundos anhelos de amor, de esperanza, de espiritualidad, de creer en que la magia y las hadas existían. Y así llegamos a la época en que el ballet clásico (que ya existía desde hace siglos) se inundó de figuras que danzaban etéreas, ingrávidas, casi transparentes como de seda y tul, y se desplazaban mágicamente sobre sus puntas. Fue precisamente en el año de 1832, con el estreno de la mítica Sylphide, que María Taglioni sentaría las bases de lo que hoy conocemos propiamente como Ballet, ya que debido a la necesidad de encarnar el personaje mítico de las sílfides, Taglioni necesitaba de un movimiento que elevara al ser humano, que lo alejara de la tierra y lo acercara a la divinidad, y adivinen ¿cuál fue?… Las puntas. Se le ocurrió subir a todos los bailarines a las puntas. Con apenas rozar el piso, caminando en sus relevés, las bailarinas de la Sylphide serían recordadas ataviadas en su tutú hasta las rodillas en muselina blanca, delgadas, casi transparentes, frágiles, románticas, para toda la eternidad.
Fue ahí que las puntas se convirtieron en el ideal de la técnica perfecta en danza y la perfección de los movimientos en lo único concebible como danza.
Las personas ya estaban cansadas de la realidad, de verse todos los días caminando sobre las plantas de sus pies. Si ya habían decapitado a los reyes de Francia, si ya habían hecho la Revolución de Estados Unidos, traído a Dios a la tierra, y capturado la electricidad en un foco, ¿qué más podría pasar? Ya era tiempo de un poco de magia, hacía falta creer que los humanos también podíamos volar, sobre nuestras puntas… pero al fin volar.
Pero el concepto de belleza no sólo se lo debemos a María Taglioni, sino también a Aristóteles hace más de 2000 años, cuando se le ocurrió definir al “arte” como el conjunto de reglas para hacer las cosas bien. ¿Pero qué es exactamente “bien”? Durante 2000 años se ha considerado que hacer las cosas “bien” es hacer las cosas artísticas bellas.

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¿QUÉ ES LA DANZA?

«La danza es la lengua oculta del alma»
Martha Graham>

“La danza es la lengua oculta del alma”, dijo alguna vez una de las pioneras de la danza contemporánea en Estados Unidos; pero es en realidad la lengua oculta del alma, o ¿es en realidad la única lengua del alma…?
Nuestra historia de la danza comienza hace más de 500,000 mil años, mucho antes de la invención del lenguaje, las zapatillas de Ballet, que nacieran Billy Elliot y Maurice Béjart. El origen de la palabra “danza”, así como sus variantes dance, danse, tanz, provienen de la raíz “tan” que en sánscrito significa tensión, significado por demás incompleto y que se queda corto para expresar lo que verdaderamente significa la danza, más allá de simple un vocablo y su definición.
DEFINICIÓN DE UN DICCIONARIO
Pero ¿qué es danzar? El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define la “danza” como el “movimiento o trajín de quien va continuamente de un lado a otro/ acción de bailar/ manera de bailar”. Es la acción de ejecutar movimientos a través del cuerpo como medio de comunicación; a través de los movimientos se pueden expresar sentimientos o emociones. Generalmente la danza va acompañada de música; y los movimientos, van ejecutados armónicamente al ritmo de la música, en un espacio determinado. Pueden expresar cosas, sentimientos y emociones que las palabras no pueden decir o porque no se conocen las palabras para expresarlo.
Roger Garaudy, dice que “la danza es una forma de existir. No simplemente juego sino celebración, participación y no espectáculo; está entrelazada con la magia y la religión, el trabajo y la fiesta, el amor y la muerte. Los hombres han balado todos los momentos solemnes de su existencia: la guerra y la paz, el matrimonio y los funerales, la siembre y la cosecha”.
Danzar es muchas cosas, y puede ser sentir y deseo de querer compartir eso que se siente. Es dominio del cuerpo, de la mente y del espíritu, es transformar en comprensible todo eso que no podemos entender y nos asombra del universo; es corporizar los ritmos de la naturaleza y el cosmos en ritmos humanos, voluntarios y entendibles a nuestra conciencia. Es humanizar la naturaleza y poder dominarla a través del cuerpo.
La danza puede tener un carácter religioso (aquellas dedicadas a las divinidades), ritual (aquellas dedicadas a los nacimientos, muertes, bodas, que se hacen en determinados sucesos), artísticos (tienen claramente un cánon estético y pretenden mostrarse ante una audiencia), de entretenimiento o social (aquellas que se hacen en fiestas, celebraciones sociales), y terapéutico (aquellas cuya intención es liberar emociones reprimidas, ponerse en comunicación con uno mismo).
Para que la danza sea danza, necesita de una persona capaz de expresarse corporalmente a través de movimientos: un bailarín o danzante. También necesita de un espacio en donde hacerse, un ritmo que danzar, un cuerpo que mover y movimientos que realizar.
Existen danzas que son exclusivas para las mujeres, otras para los hombres, otras para los niños, ancianos, y grupos mixtos. Cualquiera que sea capaz de moverse, es capaz de danzar. Pero “danzar” en el sentido más natural, armónico, y orgánico de la palabra, “danzar” como una forma de regresar a la tierra, al hogar, al origen de los tiempos y del movimiento.
DANZANDO EN LA HISTORIA
El acto de danzar es una necesidad que la humanidad ha venido haciendo desde que se dio cuenta de que existía en el mundo; ya que estoy convencida de que el hombre y la danza han caminado de la mano desde el origen de los tiempos, así como la pintura y la música lo han hecho también. Pero a diferencia de éstas últimas (más la pintura que la música) que han dejado su huella explícita en pinturas rupestres como las encontradas en cuevas de Altamira o Lascoux en donde quedó plasmado un momento de la vida de nuestros antepasados para la eternidad… la danza, por su naturaleza efímera, sólo puede existir mientras se hace. Sólo puede verse mientras se crea. La danza es una manifestación a-verbal de la vida psíquica del hombre, porque ésta nació mucho antes de que la humanidad inventara el lenguaje, mucho antes de que el hombre mismo la nombrara, y per sé, no necesita del lenguaje verbal para expresarse, ni mucho menos para poder danzarse. Es un arte sin lenguaje verbal.
Cuando los primeros hombres paleolíticos tomaron un pedazo de carbón y comenzaron a dibujar en las paredes de las cuevas, bisontes, mamuts y bestias salvajes, así como momentos de la caza disfrazados con pieles de estas bestias, lo hacían para imitar, con el mismo poder y la misma agilidad de la bestia, el movimiento de este animal que posteriormente tendrían que cazar. Ponerse simbólicamente la piel o la máscara de la bestia, le permitía sentirse poderoso, apropiarse de la fuerza y los movimientos, identificarse con los poderes de un animal, al que luego, quizá, tendría que enfrentarse. Entonces esta necesidad de aprehender en su propio cuerpo la fuerza de un animal, le permitiría al hombre ensayar su estrategia, sentirse poderoso y garantizar su victoria. Danzar la danza de la caza del mamut, le daba al hombre la seguridad de que podría cazarlo, ya que después de todo… él mismo, en su mundo simbólico, era un mamut, tenía su fuerza y sabía moverse como él.
El arte, muy al contrario de como lo considera el ideario popular, no fue ni ha sido una actividad que ocupa el tiempo libre, el ocio; sino que ha sido necesario para entender el mundo, para transformar todo ese universo ininteligible que nos asusta con sus rayos, lluvias, eclipses, muertes y nacimientos, en algo que sea nuestro, que podamos sentir, tocar y transformar en nuestro cuerpo, e pocas palabras: humanizarlo. El arte ha sido nuestra defensa ante la ansiedad y la incertidumbre.
El movimiento y la respiración marcan el comienzo de la vida, tanto en el vientre materno, como en los albores de la humanidad; y existe evidencia de que el hombre nació, creció, vivió, sintió y danzó mucho antes de que aprendiera a codificar símbolos aleatorios y les asignara un nombre, un orden y un sonido a cada uno de ellos; se expresó a través del cuerpo antes de que inventara el alfabeto y el lenguaje tal y como lo conocemos ahora. Si bien el origen del lenguaje es incierto, se cree que éste apareció en algún momento de la historia hace aproximadamente 30,000 o 40,000 años, pero el hombre lleva más de 3.5 millones de años en esta Tierra… así que ¿qué habrá hecho antes de que aprendiera a hablar? Estoy segura de que podía expresarse mediante saltos, brincos, gruñidos, gestos y golpes (como los niños pequeños); por lo tanto, el cuerpo jugó un papel increíblemente importante en el desarrollo de la comunicación de la especie.
Cualquiera que haya sido madre y haya sentido por primera vez los movimientos de su hijo dentro de su vientre puede darse cuenta, que mucho antes de nacer, mucho antes de conocer un idioma y un lenguaje, podemos movernos y responder a ciertos estímulos (ruido, estado de ánimo, luz, etc). Aún, después de nacidos, el cuerpo sigue siendo nuestro único puente de comunicación con nuestros padres, ya que es a través de él que les hacemos saber nuestras necesidades. El cuerpo es capaz de expresar lo que las palabras no saben decir.
¿Cuándo nació la danza? Nadie lo sabe, seguramente hemos danzado desde que pusimos los pies en esta tierra. Pero sin duda alguna, la danza tomó gran importancia cuando el hombre descubrió el fuego, ya que con esto podía hacer frente a las inclemencias del tiempo, tener luz al final de la jornada, sentarse un rato con el clan y darle sentido a su día a través de la danza. La agricultura sin duda fue imprescindible para su posterior desarrollo, ya que esta técnica ató al hombre a la tierra, a un lugar que llamó hogar. Curiosamente, la palabra “hogar” proviene de la palabra “hoguera”… Tierra, fuego y danza, ¿qué más se podría pedir?
SOBRE PLATÓN Y LOS DIOSES
Decía Platón que “la danza es un don de los dioses. Debe ser consagrada a los dioses que la crearon”, y yo creo, que fuimos nosotros, los hombres, quienes creamos la danza. Recuerdo la primera vez en la que mi esposo, Sergio, tomó una sesión por primera vez de danzaterapia; luego de terminar me acerqué a él y le pregunté:
– ¿Cómo te fue?
– Bien, me gustó, es diferente, estuvo padre
– ¿Estuvo “padre”? ¡Pero si fue divino!
– ¡Ay no!, lo divino es cuando lo hace Dios…
¿Y quién nos ha dicho que lo divino sólo tiene que venir de arriba? La danza y el arte nos recuerdan que lo divino también es carnal, que también es humano. Cuando danzamos, todos tenemos algo de divino, algo de magia, algo de dioses. El cuerpo también nos muestra que la belleza y lo divino existen en nosotros, ¿Por qué, qué acto puede ser más divino que el que un hombre hace cuando no está partido en dos sino presente en todo lo que hace?

UNA DANZA PARA TODOS

La terapia a través de la danza es utilizada en distintos campos arteterapéuticos debido a su enorme nobleza.

Cada vez que una persona me pregunta que a qué me dedico y yo le respondo » a la danzaterapia» siempre me asaltan con la misma pregunta: «¿y qué tipo de danza enseñas?»… por lo que tengo que explicarles que para practicar danzaterapia no necesitas tener una formación dancística previa, ni necesitas estar tomando clases simultáneas de baile, ni necesitas pararte derechito, pararte de puntitas o bailar en un escenario. Aunque debo admitir que muchas de las personas que asisten a los talleres que imparto, son, fueron, o han sido bailarines de toda la vida.
Fuera de esto, no es menester ser bailarín para poder experimentar la bondad y lo terapéutico de esta arteterapia.

Para explicar con mayor claridad mi propuesta, me gustaría que primero aclaremos la diferencia entre «baile» y «danza». Solemos utilizarlos indistintamente como sinónimos, pero no son lo mismo.
Cuando hablamos de «baile» nos referimos a aquellos eventos que se realizan en algún evento social (fiestas, en bodas, en salones de «baile»). Generalmente cuando bailamos echamos mano de nuestro acervo de movimientos aprendidos en clases de baile, o bien, guiados por la imitación de instituciones como la familia, la escuela, e incluso la televisión. Cuando bailamos utilizamos el cuerpo de una manera divertida y alegre pero nos guiamos de los movimientos que hemos aprendido previamente que son conocidos, o que están de moda. Las personas bailan duranguense, tango, danzón, cha cha cha, merengue, salsa, reageton, folclor, baile árabe, ballet, etc.
Cuando bailamos partimos del supuesto de que «estamos bailando», poniendo en práctica todo lo que hemos aprendido y no nos detenemos a pensar en lo que está pasando con el cuerpo, en las emociones que se están moviendo a través del movimiento, ni preguntamos de qué parte de nuestro maravilloso inconsciente nacen los movimientos que estamos haciendo; porque lo único que hacemos al bailar es divertirnos al ritmo de la música mientras estamos en una fiesta, o en un salón, en un espectáculo o show.

El baile es una actividad que se aprende en la infancia, o bien en la juventud o la adultez; es una recopilación de una serie de movimientos determinados, perfectamente conocidos e incluso nombrados por distintas técnicas (como en el caso de los bailes de salón, el ballet, o el jazz). Cuando bailamos nuestros cuerpos se unen en una sincronía maravillosa con la música, y sentimos que somos uno con la música, que lo hacemos bien, que lo hacemos bonito, que hacemos arte. Estamos cuidándonos de la correcta ejecución de la técnica y en algún momento de nuestra interpretación podremos llegar a decirnos «me equivoqué» cuando se nos olvida un paso, no lo hacemos bien o perdemos un tiempo. Los patrones rítmicos de los bailes están, en la mayoría de los casos, perfectamente establecidos y se cuenta en octetos, o en múltiplos de cuatro.

Bailar es una hermosa y sutil forma de evadirme de mi «self», porque mientras bailo olvido quien soy yo, que tengo tantos problemas y cosas por hacer, y sólo vivo una catarsis momentánea que hace que me sienta bien mientras bailo…

Algo muy diferente sucede con la danzaterapia, porque mientras las personas danzan, en sus cuerpos suceden muchas cosas que verdaderamente la vuelven psicoterapéutica, (claro, si se aborda adecuadamente y se desea hacer proceso; porque si no hay proceso, solamente se queda en “terapéutico”, recuerdan que ya lo leyeron antes?)

Estoy convencida de que el hombre, mucho antes de inventar la escritura o el habla, ya danzaba y hacía música. Prueba de ellos son las numerosas pinturas rupestres que se han encontrado en donde hay escenas de hombres y mujeres danzando (como la del Abrigo de Cogull) alrededor de fogatas. El origen de la danza fue totalmente preverbal, ajena a toda técnica o estandarización estética. La palabra «danza» lleva implícita conceptos de espiritualidad, religiosidad, comunión, devoción, fervor, misticismo y adoración…
«Todo aquel que es capaz de moverse es capaz de danzar», escribí en una ocasión, y sigo totalmente convencida de su veracidad. En la danza sólo existe mi cuerpo, mi yo, la plena conciencia de cada uno de mis movimientos en comunión con la música… Cuando las personas danzan improvisan creativamente sus movimientos; es lo que los terapuetas llamamos «movimiento auténtico»: ese movimiento que surge espontáneamente de algún rincón del alma, pero que sabemos que nadie nos lo enseñó, y que es tan efímero que no puede volver a repetirse de la misma manera.

Cada persona tiene un repertorio de movimientos naturales que están determinados por factores como su cultura, tipo de educación, tipo corporal, sexo y edad, que imprimen sobre la persona un tipo de «huella digital» que es única, irrepetible y característica en cada una de las personas. Este «huella digital» del movimiento es lo que permite que sepamos quién se acerca con certeza cuando escuchamos pasos!
La danza se vale de este tipo de movimientos innatos, no de los aprendidos en clases o por imitación. La forma en la que danzamos refleja nuestra manera de ver el mundo, y esa manera de ver al mundo es tan única como nuestra manera de ser. Cuando las personas danzamos no cometemos errores, porque cada movimiento refleja nuestra forma de estar, de sentir, de pensar y de ser; aquí no existen los «me equivoqué», ni los «se vio mal», ni los «meti la pata» que comúnmente pronunciamos mientras bailamos.

La danza es tan única y diferente en cada persona que no puede ser reproducida fielmente en otra ocasión, aunque se den las mismas condiciones. Para poder danzar no es necesario ser un gran bailarín, ni tener una formación previa en alguna disciplina de baile, ni siquiera es necesario estar de pie o mover el cuerpo entero para danzar. Si alguien dice que mover sus dedos es danza, entonces esa será «su» danza. Si alguien desea sentarse en un silla y sólo mover la cabeza, esa será «su» manera de danzar, de moverse, su manera de estar en ese instante. Las personas son bienvenidas en la danza tal y como se encuentran en ESE preciso instante.
Es este atributo de flexibilidad subjetiva de la danza que la vuelve una disciplina increíblemente noble y que todas las personas pueden practicar.

La creadora de la danzaterapia María Fux, desarrolló su trabajo haciendo un abordaje magnífico con personas sordas, y después empezó a hacerlo con personas con capacidades diferentes. Otras pioneras siguieron su mismo ejemplo pero trabajando con personas invidentes así como con Síndrome de Down. Otra línea de trabajo se orientó al trabajo con niños y niñas de todas las edades y con adultos mayores. Hoy en día la danzaterapia se practica un campo muy amplio que abarca poblaciones de «neuróticos normales» hasta hospitales de oncología.
Aunque esta disciplina terapéutica no es en lo absoluto una nueva invención, es apenas ahora cuando las personas empiezan a interesarse por las bondades de la danza y el movimiento, es ahora cuando las personas comienzan a preguntarse si practicando danzaterapia podrían sentirse mejor, es ahora cuando empiezan a interesarse por este hermoso campo que lleva más de 50 años de existencia.

La danzaterapia, en el modelo más puro que creó María Fux es una invitación a que todos y todas dancemos libremente, sigamos nuestros impulsos y permitamos que afloren nuestras sensaciones, recuerdos, miedos y dolores. Muy pocas veces hay verbalización y elaboración del contenido creado, ni experimentos, ni preguntas. Sólo hay la total y absoluta aceptación del otro, tal como es y como está en ese preciso instante.

>1. UNA DANZA PARA TODOS

2-¿SESIONES O «CLASES» DE DANZATERAPIA?

Cuando alguien acude a danzaterapia en grupo o en solitario, ¿podemos decir que esa persona va a tomar clases o a una sesión con nosotros?
Esta pregunta me la he venido haciendo desde hace tiempo ante mi propia inquietud de querer definir qué es lo que hacemos. Personalmente, siempre he llamado «sesiones de danzaterapia» a mi trabajo. En ningún momento se me ocurre decir que doy «clases» porque aceptar que doy «clases» es colocarme en el rol de instructor y maestro, y no en el de terapeuta y testigo. Un instructor corrige, indica, califica, mejora, enseña, critica, espera mejorías, tiene expectativas y objetivos que cumplir por nivel o clase. Un maestro (tomándose en su significado más literal, el de educador) hace un plan, trabaja conforme a ciertos objetivos, trata de mantener la atención constante de sus alumnos, y sus metas se supervisan en vista de logros alcanzados y competencias logradas.
Si profundizamos en el término «clase» nos daremos cuenta que inevitablemente tenderemos a relacionarlo a nuestra más temprana impronta de educación escolar (primaria, secundaria, etc). Donde acudíamos por las mañanas o por las tardes, con uniforme o sin uniforme, a sentarnos durante varias horas a aprender del maestro que teníamos enfrente. No era nuestro momento, no era nuestro espacio, sino el espacio compartido con otros tantos compañeros en un aula alrededor de las enseñanzas de un maestro. Nos calificaban, regañaban, o sacaban de clase. Teníamos objetivos perfectamente definidos por alcanzar en cada unidad del libro. Hacíamos ejercicios y dependiendo de la capacidad de nuestras destrezas nos ponían una calificación muy buena o de plano nos iba mal. Si llegábamos tarde probablemente no nos dejaban entrar a clase y al maestro no le interesaba por qué habíamos llegado tarde, sino lo único que valía era el hecho: llegaste tarde. Ahí el mundo no era comprensivo. Probablemente fuimos blancos de burlas o fuimos nosotros los que hicimos las burlas; las diferencias eran criticadas y en muy pocas ocasiones, aceptadas. La vida entera, en una clase, gira al rededor de la opinión y el criterio de un profesor o maestro.
Esto NO sucede en una «sesión». Porque en una sesión nos transformamos en terapeutas, testigos amorosos de la existencia del otro…
Buscamos ponernos en los zapatos del otro y de espejar sus actitudes corporales para tratar de entender, aunque sea un poco, qué es lo que el otro está sintiendo. El otro, la Otredad, la exaltación de las diferencias; la maravilla de que cada cabeza sea un mundo y que cada persona sea distinta a mí. En ningún momento se me ocurre decirle «pues no deberías sentirte así, tienes un 7 por eso». ¿Qué lograría con eso?
¿Lograría algo con un regaño o una amonestación? No lo creo. Las cosas en terapia se transforman totalmente, adquieren un dimensión muy especial para el cliente o paciente, ya que es SU espacio y él decide qué hacer con su sesión: qué decir, qué no decir, qué sentir, cómo moverse, como utilizar su espacio, cómo desplazarse. Es SU momento. Nosotros tratamos de ayudar a que él encuentre sus propias respuestas a sus propias preguntas. Ayudamos, por supuesto que sí! Pero no a través de nuestra opinión, sino a través de nuestra empatía y de la comprensión de lo que el otro está sintiendo.
Una sesión puede tener un leve esbozo de un cierto objetivo a cumplir, por ejemplo, si la sesión pasada trataron del significado de un sueño y hablaron sobre él, pintaron sobre él y danzaron sobre él, pero aún no ha quedado claro, la siguiente sesión se puede retomar el mismo tema. Así que el terapeuta probablemente pudo haber planeado hacer algunas actividades relacionadas, pero ahora resulta que el paciente/cliente viene con otras cosas qué platicar en mente, cosas importantes que le pasaron en la semana! Por lo que «deshace» o «reconfigura» el plan original del terapeuta. Así que es un poco difícil trabajar por objetivos en una sesión. En el caso del trabajo grupal, quizá el terapeuta haya diseñado algunas actividades interesantes, pero el grupo no viene con el humor o la energía para hacerlo, hace frío, el clima está mal, faltaron muchos, etc, y automáticamente se deshace el esquema original. No se puede trabajar como en la escuela por objetivos porque NO son CLASES de danzaterapia, sino SESIONES.
Todo lo que sucede en una sesión de danzaterapia se queda ahí, no sale. Nadie tiene el derecho de salir de sesión e ir hablando de lo que les pasó a los otros, o si lloraron muchos o pocos. Por eso se acuerdan ciertas reglas de discreción y respeto hacia el grupo.
Si las personas llegan tarde, se les permite la entrada… no se les deja afuera. Se entiende que el paciente/cliente está hablando sobre quién es desde el hecho de llegar tarde, y qué está aconteciendo en su vida. Claro, no vamos a estar tampoco esperándolos 1 hora! Se acuerda desde un principio 15 o 20 minutos de espera.
En una sesión no vamos a calificar los progresos o retrocesos del paciente en ningún momento, porque no buscamos «mejorías», sino «cambios», como decía María Fux.
Es por esto que pienso que debemos llamarlas sesiones de danzaterapia en vez de clases.

3. ¿CÓMO SE TRABAJAN LAS EMOCIONES EN LA DANZATERAPIA?
Buena pregunta. ¿Cómo podemos trabajar las emociones a través del movimiento? O más bien, ¿en realidad se pueden trabajar las emociones a través de la danza o el movimiento?
Antes de seguir es importante que quede claro que la danza nació como un arte totalmente preverbal. Estoy convencida de que el hombre antes de hablar o escribir historia, ya danzaba en las cavernas asustado o mimetizado por el nuevo mundo que estaba descubriendo. Así que como la danza es ajena al lenguaje verbal no necesita ser verbalizada, sin embargo es importante utilizar el lenguaje para que ese material recién surgido sea consciente para el paciente o cliente en danzaterapia.
La teoría de cerebro Triuno vino a revolucionar las teorías de la danza moderna y la danzaterapia, así como la psicodanza, el psicodrama, la biodanza y demás disciplinas que trabajan con el cuerpo, porque esta teoría afirma que la comunicación entre en Neocórtex (donde radica el lenguaje) y el Mesencéfalo (donde radican las emociones) es muy difícil que se dé en su totalidad sin pasar por algunos errores de traducción. «Errores de traducción» que le pueden costar al paciente no sentirse expresado, no sentirse entendido o validado.
Esta teoría afirma que no tenemos un cerebro, sino tres, totalente diferentes, interconectados e indispensables para la supervivencia humana. El primero de todos ellos es el cerebro reptiliano o Paleoncéfalo, en donde radican todas las funciones primarias e involuntarias de los seres humanos como la respiración, el ritmo circadiano, el peristestalismo, la función de equilibrio, sueño y vigilia, etc. Se cree que este fue el primer cerebro en desarrollarse. El segundo cerebro conocido como «cerebro límbico» o Mesencéfalo es donde radican las emociones; la tan preciada vida emocional que nos hace vibrar de emoción al escuchar una melodía, o la que hace que la piel se nos ponga de gallina cuando disfrutamos el arte. Las emociones fueran las segundas en aparecer en la evolución del ser humano a lo largo de miles de años, es un cerebro relativamente «joven». El tercer y último cerebro en aparecer fue el Neocórtex, que es lo que conocemos como el «cerebro», compuesto por toda la materia gris y esas circunvoluciones que complican su estudio. Este cerebro fue el encargado de inventar el lenguaje, de hacer ciencia, de ir a la luna, y de inventar armas. En el neocórtex radican las más altas funciones de abstracción humana: el lenguaje verbal, la lectura, la voluntad, la ciencia, el entendimiento… Es el cerebro más joven; para algunos autores empezó a desarrollarse cuando comenzó la Historia y el hombre inventó el lenguaje y fue capaz de escribir por primera vez hace no más de 10 mil años.
Esta teoría supone que, como son dos cerebros distintos los que controlan las emociones y el lenguaje, radica la dificultad de expresar las segundas con las primeras. Sucede que es muy difícil describir las emociones con palabras, aunque, claro, se puede hacer el intento. Aunque no siempre se garantiza la expresión de dicha emoción tal y como lo estamos viviendo. ¿Por qué? Porque el Mesencéfalo NO conoce el lenguaje verbal; y el Neocórtex no conoce las emociones. Por eso es que es tan difícil expresar con palabras lo que se siente, por eso es tan difícil decir lo que sentimos, por eso es tan difícil expresar todo ese mundo emocional y la recurrencia del hombre a la poesía o la literatura para expresar hasta el cansancio qué es lo que lo está haciendo vibrar.
Cuando nos movemos o danzamos estamos haciendo gala de capacidades preverbales, es decir, que funcionaron mucho antes de que el hombre inventara el lenguaje; que pueden prescindir del lenguaje verbal para su existencia, (aunque es recomendable, como mencioné al principio, utilizarlo para hacer consciente lo inconsciente.

Las emociones= preverbales; la danza y el movimiento= preverbales. ¿No podrían ser acaso la pareja terapéutica perfecta?

Cuando trabajamos con el cuerpo tenemos acceso a todo el material de nuestra psique. Como decía Freud, «el cuerpo es el único instrumento para vivir la única vida que tenemos». En él se registran todas nuestras sensaciones, todas nuestras vivencias: toda nuestra vida pasa por nuestro cuerpo y deja una huella digital muy particular; ahora se ha puesto de moda un término que se llama «memoria kinestésica» para describir este fenómeno. A través de ella podemos acceder a toda nuestra vida. Pero, ¿cómo?, ¿cómo podemos acceder a ella a través del movimiento?
Cuerpo y mente son una unidad y un reflejo para cada uno de ellos. No hablamos de dos cosas «cuerpo» y «mente» sino de «cuerpomente», como unidad.

Hablamos de que cambios en nuestra forma de estar se ven reflejados en nuestra forma de pensar, y que los cambios en nuestra forma de estar conllevarán cambios en nuestra forma de pensar…

Este aforismo de la danzaterapia me fascina porque describe en pocas palabras qué es lo que pretendemos lograr con nuestro trabajo.
Una buena práctica para explorar las emociones puede iniciar con esta pregunta:
Si esa emoción tuviera un movimiento… ¿cuál sería? Y así se invita al paciente a adentrarse en un mundo de exploración infinita y personal, en donde cada emoción será distinta para cada paciente, y donde cada emoción tendrá distintas tonalidades, matices, intensidades y movimientos. El paciente puede explorar su tristeza, su ira, su alegría, su desdén, sus celos, su soledad, su repugnancia sin sentirse amenazado, calificado o analizado. No tendrá que encontrar las palabras exactas, precisas o únicas para expresar esa emoción, sino que tendrá la libertad de hacer los movimientos le plazcan poder expresar su mundo interior sin sentirse abrumado. Después de que se ha invitado al paciente a ponerle un movimiento a esa emoción se puede seguir con nombrarla y después podemos iniciar otro proceso de descubrimiento como es ponerle un color, un sabor o un ruido y dejar que el cuerpo exprese lo que está sintiendo. Si esa emoción hiciera un ruido, cuál sería…? Si esa emoción fuera una danza, cómo sería…? Etc. Finalmente se puede terminar con la verbalización, contando las experiencias, anécdotas o recuerdos que se vinieron a la mente mientras se exploró esa emoción a través del movimiento y la danza.
La danzaterapia NO ES EN NINGÚN MOMENTO UNA DISCIPLINA MUDA. Aunque nos importa más cómo se expresa el cuerpo en movimiento, que en el discurso. Es importante hablar verbalmente, cuando el terapeuta lo considere prudente y necesario, lo que está viendo en el paciente para tratar de hacerlo consciente, porque probablemente el paciente o cliente ni siquiera se haya dado cuenta de la forma de mover sus dedos, colocar su cabeza o sentarse.
Los danzaterapeutas NO juzgamos, NO criticamos, NO calificamos el movimiento, NO corregimos, NO interpretamos el material. Sólo somos testigos de la existencia del otro y CON SU AYUDA tratamos de darle sentido al material que él nos está regalando. CON SU AYUDA podemos ayudarlo a interpretar sus movimientos, CON SU AYUDA podemos adjetivar su movimiento. De esta manera, logramos que el paciente o cliente se sienta en libertad de ser quien es en ese instante de su vida, sin pretender ser algo que no es.

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4. HEMOS DANZADO DESDE QUE PUSIMOS LOS PIES EN LA TIERRA…

El movimiento y la respiración marcan el comienza de la vida y son anteriores al lenguaje y al pensamiento. Los gestos fueron desde el comienzo un medio de vehicular la necesidad humana de comunicación y así ha sido a lo largo de toda la historia de la humanidad…
“Si somos indiferentes al arte de la danza, no sólo no podremos comprender la manifestación suprema de la vida física, sino tampoco el símbolo más elevado de la vida espiritual”
(Ellis, 1923:36)
Esta concepción de la danza como medio de comunicación con los dioses. Estas formas rituales tomaron formas diferentes en cada cultura. A menudo las estructuras de movimiento provocaron estados de trance que permitieron, a quienes los experimentaron, sentirse poderosos y realizar enormes hazañas de resistencia y de fuerza. (DeMille, 1963).
La danza permitía que todos se sintieran parte de su propia tribu y proporcionaron una estructura para ritos esenciales relacionados con el nacimiento, la pubertad, las bodas y la muerte.
Podemos reconocer a los diferentes grupos culturales a través de los movimientos y danzas que desarrollaron en función de su geografía y modo de vida.
Surgieron formas muy variadas, como la Danza Palo de Mayo, las danza vudúes, la danza oriental y el hula hawaiiano. En el Lejano Oriente, las danzas han formado siempre parte d ela vida religiosa y espiritual; el entrenamiento de los bailarines les permite aprender los movimientos, historias, mitos y símbolos específicos de sus culturas.

LA DANZA EN OCCIDENTE
En el mundo occidental existía la creencia respecto a que el arte era una parte necesaria de la vida y que la danza tenía un poder mágico inmanente. En la Grecia antigua, todas las manifestaciones artísticas apuntaban a congraciarse con las divinidades. En la Edad Media tardía coexistieron dos categorías de danza: una de orden popular, constituida por los bailes tradicionales, y la segunda, de carácter profesional, relacionada con bailarines que habían recibido una formación especial.

¿CHAMAN= TERAPEUTA?
Los primeros en utilizar la danza como medio de curación, como los chamanes o los curanderos- brujos, tuvieron sin duda en cuenta la interrelación entre CUERPO, MENTE Y ESPÍRITU; el mundo occidental, sin embargo, perdió en parte esa visión al adoptar el pensamiento dicotómico, disociando cuerpo y mente.

“COGITO, ERGO SUM”
El desarrollo de las creencias religiosas durante la Edad Media y el cartesianismo racional ulterior del siglo XVII tendieron a considerar al cuerpo como impuro y con una importancia secundaria. Descartes rechazó la relación entre la mente y el cuerpo y los consideró como sustancias diferentes.

¿Y AHORA CÓMO LOS JUNTAMOS?
La definición que da la American Dance Therapy Association es: “el empleo psicoterapéutico del movimiento y la danza en un proceso que posibilita la integración física, emocional, cognitiva y social del individuo”
La concepción en la que se fundamenta es la comprensión del “binomio” cuerpo/mente como una unión y un espejo para cada uno.

LOGROS PSICOLÓGICOS
Reducción de la ansiedad
Disminución significativa de la depresión
Cambios en el autoestima e imagen corporal
Encontrar el equilibrio psíquico del practicante
Progresos en las relaciones con otros
Capacidad de elevar los niveles de atención
Fortalecer la comunicación y la expresión

LOGROS FÍSICOS
Fortalecimiento de las habilidades motrices y artísticas de quien la practica
Desarrolla disciplina y autocontrol
Suaviza el dolor crónico y la tensión muscular
Mejora el bienestar general a través de las endorfinas
Mejora el sistema respiratorio, circulatorio, músculo esquelético e inmune.
Hacer uso de movimientos distintos a los habituales para descargar posibles contracturas y posturas incorrectas.
En personas con discapacidades físicas mejora el equilibrio y la coordinación motora, incrementando su autonomía.

“LA DANZA ES LA MÁS FUNDAMENTAL DE LAS ARTES YA QUE ENVUELVE LA EXPRESIÓN DIRECTA DE UNO MISMO A TRAVÉS DEL PROPIO CUERPO»

Se dirige al cuerpo en movimiento, a las emociones, actitudes mentales y cercanía al mundo de los individuos, priorizando la relación a través del movimiento corporal antes que la relación discursiva.

5. LA DANZATERAPIA ES UNA PSICOTERAPIA

LA DANZATERAPIA es una psicoterapia que utiliza el movimiento y la danza como un proceso para promover la integración emocional, física y cognitiva del individuo. Pertenece al grupo de las artes creativas en psicoterapia (como el arteterapia, la musicoterapia y el psicodrama), y se define como

El uso psicoterapéutico del movimiento y la danza en un proceso que posibilita la integración psicofísica del individuo
(Bernstein, 1979).

Parte del supuesto de que no existe la dicotomía cartesiana del ser humano, no hay “cuerpo” y “mente” como dos cosas distintas, sino como unidad, extensión y reflejo para cada uno de ellos.

¿QUÉ SE HACE EN DANZATERAPIA?
Se utiliza el movimiento y la danza como medio de crear un diálogo entre paciente-terapeuta, con el objetivo de elaborar posteriormente y si se desea, de manera verbal, el contenido kinestésico creado.

ALGUNAS COSAS IMPORTANTES QUE HAY QUE SABER:
* Relevancia del proceso de creación por sobre el producto artístico, ya que es en las limitaciones de este proceso en donde pueden trabajarse las dificultades para simbolizar la experiencia.
* Importancia de la creatividad, bajo el supuesto que su desarrollo favorecería el surgimiento de soluciones creativas en otras áreas de la vida.
* Énfasis en la creación espontánea, sin importar el grado de habilidad para moverse y danzar, sino con un objetivo más bien expresivo y de exploración emocional.
* La terapia a través de la danza es una experiencia multisensorial que incluye sensaciones kinestésicas, estéticas, emocionales, cognitivas, de la vida psíquica en general y la cultura.

¿CUÁL ES LA META DE LA DANZATERAPIA?
La danzaterapia no se propone como meta la elaboración de una obra artística, ni mucho menos exige ninguna capacidad de orden formal o técnica a fin de que una persona pueda beneficiarse. Consiste en el uso del movimiento con fines terapéuticos. Se basa en la idea de que las representaciones de las emociones objetivadas a través de la danza contribuyen a la construcción de un significado de los conflictos psíquicos, favoreciendo su resolución. La representación danzada es un proceso de construcción del pensamiento.
A través de la danza y el movimiento, el mundo interior de una persona se hace más tangible, se comparte el simbolismo personal, se muestran los modelos de relaciones personales que uno tiene con los demás y se encuentran significados en gestos, posturas y cualidades del movimiento. En el contexto de una relación terapéutica, el paciente puede conseguir conocimiento de cómo él/ella establece y mantiene sus relaciones. Nos importan los cambios que la persona pueda explorar personalmente, y cuando hablamos de “cambios” nos referimos a una modificación de los patrones habituales de movimiento que se traducirán en cambios en los patrones habituales de estar, de pensar, de hacer, de sentir.

¿CÓMO SE HACE ESTO?
Todo esto se explora a través de la variación en los movimientos a través de la velocidad en la que se ejecutan, en el espacio en donde se realizan y ocupan, en su fluidez y en su calidad kinestésica.

6. TODO ES TERAPÉUTICO
TERAPÉUTICO Y PSICOTERAPÉUTICO: Lo mismo pero diferente
Hoy me despertó la duda de si acaso todas las danzas serán terapéuticas en sí mismas, por esencia, por naturaleza y gracia divina… Me despertó la duda de si en verdad la danza ha sido verdaderamente terapéutica para el hombre desde el inicio de la humanidad y su conciencia, y si ha sido así, ¿cómo fue que el hombre primitivo descubrió una forma de psicoterapia no verbal desde mucho antes de haber inventado las ciencias y las artes como tal?
Antes que nada deseo aclarar dos términos que a veces utilizamos indistintamente para designar una misma cosa, pero que no son lo mismo, aunque suenen aparentemente igual; uno de ellos es el significado que le damos a “terapéutico” y otro a “psicoterapéutico”, el primero más bien relacionado a catarsis momentánea de origen psíquica, física o emocional, y la segunda, a la misma catarsis pero con una verbalización posterior que permite hacer consciente lo inconsciente. La psicoterapia permite “nombrar nuestros demonios”, hacerlos latentes, conscientes, tangibles, visibles, menos abrumadores y extraños para nosotros que antes de haberlos nombrado o hablado de ellos.
La palabra “catarsis” por sí misma es fascinante, no sólo porque lleva miles de años usándose, sino por lo que significa: “vomitivo”. Y hay miles de cosas que pueden hacer vomitar, literal y metafóricamente, al ser humano, empezando por aquello que no nos gusta o nos hace mal. En el acto reflejo del vómito no hay mucho qué rescatar, porque es un acto “reflejo”: un acto que está determinado por el sistema nervioso simpático, totalmente ajeno a nuestra voluntad y conciencia. La comida nos cae mal y simplemente nos cae mal. No tenemos que ponernos a pensar en que si las grasas se desdoblaron correctamente, en que si mis enzimas andan mal, en que si mi lipasa gástrica no tiene el pH. Adecuado, en que si la comida estaba en mal estado, en que si esto o lo otro. Simplemente vomitamos y luego de unos instantes, luego de que pasen las náuseas, el sudor, los calosfríos, la sensación de vértigo y recuperamos nuestra temperatura corporal, volvemos a sentirnos mejor. Sucede que este símil me recuerda mucho lo que sucede en las cosas que llamamos “terapéuticas”, simplemente “vomitamos” lo que nos hace mal, sacamos del cuerpo, de la mente y el alma algo que nos intoxicaba, pero que la postre no somos capaces de ver qué fue o qué es. Porque me gustaría saber de alguien que después de vomitar se pusiera a analizar su vómito, a olerlo, ver el color, probarlo nuevamente para reconocer sabores y texturas conocidas, tocarlo, volverlo a sentir, moldearlo, danzarlo y hacer un montón de cosas más para conocer la causa exacta de su existencia! Si bien no dudo que haya alguien que lo haga, creo que no es la norma. Este símil me recuerda lo que sucede en las actividades que llamamos “terapéuticas”, y con esto no quiero quitarle mérito, porque igual sigue siendo liberador, desintoxicante, sano y deseable; pero, carece del elemento de “insight”, de la introspección, de la abstracción, de la meditación interna, tan necesarias para darnos cuenta de lo que está sucediendo. Pasa cuando alguien va a una clase de baile de salón, jazz o ballet y se entrega en cuerpo y alma a hacer los hermosos pasos, a “sacar todo”-como me suelen decir mis alumnas de danza después de una clase muy intensa-, pasa después de una hora de estar sudando, concentrado en otra cosa que no es el problema, pensando en los movimientos de danza, viviendo el ahí y el ahora de la clase de danza. ¿Pero qué pasa cuando finaliza la clase de danza? Todos enfrían, algunos toman agua, se ponen nuevamente su ropa para cubrirse del frío, se despiden del maestro y se van a sus casas. No hay una introspección, no hay una verbalización posterior a la clase que trabaje en un proceso lo que sucedió en el dinámico y vivo proceso de hacer danzas, no hubo un “insight”, un hacer consiente los pensamientos, sensaciones e imágenes mentales que pasaron, no hay comunicación- el valioso proceso de hacer “común” algo con los demás, de compartir, de hacer partícipes a los demás de algo que yo sé-.
Todo lo que nos guste y nos brinde placer puede ser terapéutico, tanto como tomar una taza de café por la mañana, comer un helado, ver un atardecer, ver un amanecer, beber una buena copa de vino, oler la canela por la mañana, meter los dedos en los sacos de arroz y frijoles de los supermercados, lanzar piedras al agua, salir con los amigos, jugar futbol, jugar a las cartas, ir a patinar, salir al cine, cocinar, hacer el amor, comer un chocolate, ponerse una mascarilla, hacerse un facial, meterse al jacuzzi, nadar, jugar voleibol un día soleado, andar en bicicleta, tener una pareja, dejar a una pareja, casarse, divorciarse, iniciar algo, terminar algo, leer un libro, tener una mascota, escuchar música, cantar, gritar, pintar un cuadro, hacer una escultura, diseñar algo, dibujar, tomar una clase de danza del vientre, hacer yoga, practicar Tai Chi… la lista puede seguir y seguir eternamente, porque los seres humanos somos capaces de encontrar la catarsis en absolutamente todo lo que nos gusta o nos disgusta también, porque posemos la divina habilidad de proyectarnos en todo cuantos hacemos o dejamos de hacer. Así que cuando yo pinte con verdadera intensidad y aviente la pintura sobre el lienzo mientras escuche a Liszt probablemente deba de pensar que estoy “sacando” algún malestar incógnito. Deseo aclarar para mí lo que convierte en terapéutico a lo que hacemos es el elemento liberador que contienen.
Pero, ¿qué sucede cuando hablamos de “psicoterapia”? ¿Qué tienen de diferente? ¿Uno lo hacen los psicólogos y otros los maestros de danza? ¿Cuál es la diferencia?
Hace unos momentos mencioné algo del significado de catarsis; ahora quisiera aclarar el significado de “terapia”, que proviene de la voz griega “therapeu” que puede tener dos significados: cuidado y educación. Y también quisiera agregar el significado de “psique”, que no significa “mente” como comúnmente se piensa, sino “alma”. Y si juntamos ambos vocablos tendríamos algo así como “el cuidado del alma” o “la educación del alma”.
La psicoterapia es todo un mundo aparte, lleno de matices, texturas, colores, experimentos y personajes que van desde Freud hasta Rollo May. La psicoterapia es más “académica” porque muchos autores intentan dar a conocer sus estilos de hacer psicoterapia, sus teorías y sus versiones. La psicoterapia es más practicada en consultorios que en aulas de danza y paseos al aire libre. Para Thomas Szasz, es un mito que se parece a la religión, y que funciona porque nosotros creemos que funciona; funciona porque somos creyentes, tenemos fe en ese algo, como si fuera un placebo.
Para mí, la psicoterapia es una catarsis con verbalización e “insight”, es una forma de ponernos en contacto con nosotros mismos a través de un proceso de hacer consciente lo inconsciente, de hacer visible lo invisible, y de ponerle formas, colores y texturas a lo tangible. Es una forma de explorar infinitamente nuestro ser, nuestros miedos, temores, heridas y dolores más profundos. Duele, sí, pero ver la herida, saber qué la causa, cómo es, qué tiene y cómo está ayuda a hacer menos doloroso el proceso de cicatrización. Cuando hablamos de “psicoterapia” hablamos de un proceso vivo que se va a dando poco a poco, donde hay avances pero también retrocesos. Donde podemos pasar una, dos, tres o más sesiones hablando de una cosa en particular, hasta que de tanto hablar, de tanto volver a sentir esa sensación, de tanto hacer consciente y ver nuestro temor… deja de causarnos malestar. Ya nuestras heridas se vuelven parte de nosotros, las aceptamos, las procesamos, aprendemos a vivir con ellas, ya no son figura ni fondo, simplemente “son”. No se olvidan, pero sí se entienden.
MI MÉTODO EN DANZATERAPIA
Hay dos versiones de trabajar con la terapia de la danza en el mundo:
1) La Danza/Movimiento Terapia
2) La Danzaterapia
Yo hago una síntesis entre las dos teorías. Voy a hacer un intento de esclarecer el porqué.
La DMT es una psicoterapia que surgió entre académicos (médicos y psiquiatras) en la época de la Segunda Guerra Mundial en Europa. Estaban en pleno auge las teorías de Freud, los electrochoques, los antidepresivos y la histeria. Habían miles de heridos en los campos de batalla y urgía una nueva disciplina que ayudara a las militantes a rehabilitarse en su vida diaria y en sus quehaceres. Marian Chace, la pionera de la DMT, empezó a trabajar con pacientes psicóticos en el hospital de Saint Elizabeth por la década de los 40s en un método que ella llamó “Danza para la Comunicación” en la que pretendía desarrollar algún tipo de realidad entre los pacientes psicóticos que estaban internados. Al poner en contacto con sus cuerpos a los pacientes, al ponerse en contacto con algo real- su cuerpo- desarrollaban un auténtico puente de comunicación entre ellos mismos.
Para ella, un individuo desarrolla características particulares no sólo como resultado de sus interacciones, sino que también desarrolla un sentido de su propio “self”, la habilidad de ser objeto para sí mismo, la habilidad de reflejar sus propias percepciones y reaccionar ante sí mismo tal como espera que otros reaccionen ante él. Marian Chace vio en la DMT un proceso de resocialización…
La DMT tuvo en sus orígenes a pioneros médicos, psiquiatras y se desarrolló en hospitales psiquiátricos.
La Danzaterapia nació más o menos por las mismas fechas pero en América del Sur, con María Fux, una pionera artista que acepto el movimiento de cualquier persona para explorar el propio simbolismo interior. María no juzga, ni emite opiniones, ni critica, ni mejora, ni cambia, sólo permite que el movimiento interior vaya surgiendo, y que los “no puedo” del cuerpo- que hay miles- vayan desapareciendo. Hace la invitación abiertamente a las personas de que se aventuren a buscar “cambios” en vez de “mejorías”, ya que aceptar que algo necesita mejorar es jugar que algo está mal o incompleto; sin embargo, buscar un cambio es aceptar que algo está vivo y en constante crecimiento. María Fux vio a la Danzaterapia como un proceso de comunicación…
¿Qué es lo que yo hago en Danzaterapia?
Yo sintetizo ambos disciplinas y no por ellos la llamo Danza/Movimiento/Danzaterapia. Sino para mi sigue siendo Danzaterapia, porque ambas disciplinas trabajan con el cuerpo en movimiento, con la sucesión infinita de movimientos al compas de la música y el silencio, con movimientos que cada quien va transformando en su propia danza. Invito al participante a moverse el goce de la libertad absoluta de su cuerpo, le permito darse cuenta de las cualidades de sus movimientos a través de su propia experimentación, pero también lo acompaño a elaborar un proceso de verbalización psicoterapéutica (grupal o individual).
Veo en la Danzaterapia una posibilidad de entablar un puente de comunicación entre las personas, pero un puente de comunicación entre ellos mismos: con su propia mente, con su propio cuerpo. A través de la Danzaterapia ellos son capaces de darse cuenta qué es lo que sucede, de trabajar con sus propias imágenes mentales, de poner movimiento, ruido, forma y color a sus propias sensaciones, de poner ritmo y movimiento a sus malestares. No juzgo, pero hago la invitación a que cada quien sepa en dónde está. No juzgo pero entablo un proceso de comunicación que les permita a los demás compartir en dónde están ellos y dónde están los demás, y en ese hermoso proceso de comunicar es cuando las personas encuentran sus cambios, sus diferencias, sus similitudes. Nunca he corregido un movimiento, sólo lo acepto tal cual es. Nunca he propuesto un movimiento, sólo lo he reflejado tal cual es.
EL SETTING
Mi setting es más o menos así, aunque siempre varía en vista del grupo con el que me encuentre trabajando, la población específica, el estado de ánimo de los participantes, y el tema que quiera tocar, pero a modo de dar un esbozo, es así:
1) Check in. ¿Cómo están? ¿Cómo vienen?
2) Calentamiento a través de acciones corporales, generalmente a través del reflejo empático en parejas, con caminatas básicas, sinergias, haciendo conscientes malestares físicos, localizándolos y dándole paliativos imaginarios (porque ejemplo, imaginar que un chorro de agua cae en esa zona, imaginar que nos daños un masaje, imaginar que el viento roza esa parte, etc).
3) Exploración de la kinesfera (danzas del espacio, explorando el espacio que HOY necesito para estar y para ser, explorar en otros niveles, explorar el espacio en parejas, en grupos, en líneas, buscar nuevas formas de moverme y sentirme, encontrar nuevas perspectivas.
4) Trabajo con imágenes mentales y sensibilización (poner atención a las imágenes mentales que surgen motivadas por las palabras o los movimientos). Poner ritmos, colores, formas, sabores, olores, movimiento a dichas imágenes. Explorarlas a través de la danza. Generalmente uso música muy neutra o el silencio, o cada quien pone su propio ritmo con su cuerpo, voz, golpeteos percusivos, etc.
5) Exploración del simbolismo (cada imagen tiene diferente significado para cada uno de los participantes, así que no me adelanto a adivinar qué significa para ellos, sino que pregunto qué podrá significar en la vida de cada uno de ellos. Generalmente esta es una parte de verbalización y hay trabajo metafórico a través del cuerpo).
6) Check out. ¿Cómo se van? ¿Qué se llevan?
La Danzaterapia, por el hecho de ser una psicoterapia “corporal” no tiene por qué ser muda, de hecho no lo es. La verbalización acompaña en todo momento al participante porque le permite integrar todo su ser en el proceso y no limitarlo a una sola forma de expresión. Por eso, considero que la Danzaterapia es una PSICOTERAPIA, no sólo una danza con elementos terapéuticos. SI bien es liberadora y catártica por la naturaleza misma de la danza, es psicoterapéutica porque inicia y desarrolla un proceso integral de búsqueda, de reconocimiento y de cambio.

 

 

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